¿Cada vez se alejan más hombres y mujeres? Una lectura propia
Esta pregunta amerita una taza de café, un grupo de amigas y varias manos agitándose en el aire, así que vamos allá ¿es cierto que cada vez se alejan más hombres y mujeres? Si yo estuviera en ese grupo de amigas, respondería que sí, cada vez se alejan más hombres y mujeres pero, en una lectura propia, diría que especialmente hombres y mujeres heterosexuales de la Gen Z y Millennials.
Si me preguntaran a mí, yo diría que se debe a que estas generaciones vieron ya los frutos de los cambios sociales. Por ejemplo, ahora muchas más mujeres trabajan y SUEÑAN fuera del hogar; mujeres cuya prioridad no siempre es su marido, sus hijos, su hogar o su belleza. En consecuencia, las rutinas de las mujeres en la actualidad dejan poco tiempo para atender (o a veces maternar) a los hombres que las rodean.

Este cambio ha resultado en una parcial independencia de las mujeres, al menos en algunos espacios de convivencia con hombres; por lo que desde muy temprana edad, las chicas se plantean escenarios de una adultez más similar a la de los niños varones (viajar, ser independientes, explorar, tener una casa, etc.).
Estos escenarios, en América Latina y otros países de occidente, son relativamente nuevos (menos de 100 años) en el imaginario femenino, ya que durante mucho tiempo, las mujeres estuvieron limitadas a los roles de esposas, madres, administradoras del hogar y cuidadoras.
Los hombres heterosexuales, por lo que deja ver la historia de su género, no han cambiado significativamente sus roles durante de la sociedad post-industrial. Es decir, en ellos se habla de movilidad social, de más o menos acceso a la educación, de más o menos libertad financiera y oportunidades laborales,; no obstante, poco se ha modificado el ser hombre como se ha modificado el ser mujer en los últimos tiempos.
En un mundo en donde las mujeres disfrutan más de la soltería, de la posibilidad de estudiar, trabajar, viajar e imaginar una vida propia, era de esperarse que disminuyera la simpatía “natural” que años atrás existía entre hombres y mujeres; ya que la compañía masculina dejó de ser la única opción legalmente aceptada para que una mujer pudiera tener casa, desarrollo profesional y aprobación familiar.
Esa disminución de simpatía opera desde los dos frentes: por un lado, cada vez más mujeres jóvenes se cuestionan el estar en una relación formal, ya que pueden vivir y lograr muchas cosas siendo solteras o creando vínculos afectivos más diversos y menos serios.
Por el otro, muchos hombres han desarrollado un resentimiento basado en la nostalgia por el pasado (que no muchos vivieron) en el que las mujeres:
- “se conformaban con lo que había”
- “no exigían tanto como las de ahora”
- O peor aún “aguantaban todo por los hijos”.
Y tienen razón; la “mancha moral” para los hijos, la violencia doméstica, el conservadurismo de la sociedad y la poca seriedad con la que se tomaba la infidelidad masculina dificultaban mucho el divorcio; por lo que, efectivamente, las mujeres tenían que conformarse. De eso va la nostalgia…
No quiero decir que cada hombre y mujer vive estos cambios bajo la misma frecuencia, lo que me parece claro es que hay un fenómeno social digno de análisis en el que, de acuerdo con cientos de titulares de periódicos, revistas académicas e incluso trends en redes sociales, ha nacido una horda de chicos que comulgan con los valores de una extrema derecha que parece haber regresado de ultratumba; mientras que del otro lado hay una horda de mujeres y chicas que se identifican más y más con ideologías de izquierda y políticas públicas que atienden asuntos de género.
Realmente, no hay una aspirina para esto. Los dolores de la heterosexualidad polarizada parecen ser el pan con queso de nuestra actualidad, por lo que las conversaciones entre amigas, con las tazas de café y las manos agitándose en el aire seguirán siendo un espacio de contención para las quejas y tristezas que nos atraviesen en este diálogo social.